Semilla en silencio

Un poco de La Palabra

«ALLÍ SERÁ EL LLANTO Y LA DESESPERACIÓN»

El contenido de la primera lectura, Libro de Jeremías, describe la situa­ción de asedio y derrota que iban a padecer los israelitas, y las preguntas que se harán a raíz de la desgracia del pueblo. Será una dura experiencia, pero acabará; y volverán a esperar y a confiar en el Señor.
No así la situación que nos descri­be el Evangelio de hoy. Aquí se trata del momento final, del juicio de Dios sobre todo el mundo y cada uno de nosotros. A ése apunta la explica­ción de Jesús acerca de la parábo­la de la cizaña. La Iglesia primitiva, a quien se dirige Mateo, después de haber entendido que es nece­sario tener compasión con todos, se pone este problema: con esta «ley de libertad» del Evangelio, ¿no se arriesga al final?, ¡si Dios perdo­na siempre, uno puede hacer lo que se le antoje! El razonamiento es tan común como insensato. Sería como decir: «Mamá me quiere y no se ven­ga: ¡puedo tratarla como se me pe­gue la gana! Éste ciertamente es un hijo descarado, mal nacido. Esta parábola es un llamado a la responsa­bilidad personal: no debemos juzgar a los otros para no ser juzgados, ser misericordiosos para alcanzar mise­ricordia; exige compromiso de nues­tra parte: si nuestra Iglesia no es un club de justos, tampoco es una pandilla de malhechores. La actual proliferación del mal, si no la vemos como oportunidad para crecer en la misericordia, se vuelve complicidad que enfría el amor de muchos. Pero llegará, sin falta, el juicio de Dios: el trigo al granero, la cizaña al fuego eterno.
El santo de hoy: Nació el año 1491 en Loyola, en las Provincias Vascongadas de España; su vida transcurrió primero entre la corte real y la milicia; luego se convirtió y estudió teología en París, donde se le juntaron los primeros compa­ñeros con los que había de fundar más tarde, en Roma, la Compañía de Jesús. Ejerció un fecundo apos­tolado con sus escritos y con la for­mación de discípulos, que habían de trabajar intensamente por la re­forma de la Iglesia. Murió en Roma el año 1556.

La Palabra en tu vida
Las más terribles descripciones del infierno no son nada comparadas con esta verdad: creados para Dios, los hombres corremos el riesgo de vemos eternamente excluidos de su compañía.

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